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Yélamos de Abajo,... rumor del agua



Un pueblo más de la Alcarria nos abre sus puertas;… y en este caso, Yélamos de Abajo lo hace como si entráramos en un antiguo castillo, ya que nos permitió cruzar su fortaleza a través de un puente que invita al caminante pasar al otro lado del valle, donde se asienta su recoleto núcleo urbano.





Aguas abajo, a través del valle del arroyo de San Andrés, mientras  sus aguas sueltan sueños en el viejo Tajuña,… habiendo dejando perfumadas a su paso las laderas de San Andrés y de Yélamos de Arriba, ... este romántico arroyo,  baña sin cesar a Yélamos de Abajo, diciendo adiós sin cesar en dirección a Irueste y a Romanones.





En este entorno, no dejas de sentirte dentro de la naturaleza, rodeado de matorrales que se divierten con el susurro permanente del agua, el vaivén de las hojas de su chopera y el suave cimbreo que regalan algunas de sus mimbreras; …mientras, se asientan casi permanentes a lo largo de la vega, un ejército de girasoles agostados a nuestro paso, junto al cereal dorado ya, en los últimos coletazos del verano.






Yélamos de Abajo, debió ser un enclave muy antiguo, ya que existen en él varias huellas que así lo delatan todavía hoy en día, tales como la famosa “fuente del Moro” (que no por el nombre es árabe, sino romana) y la llamada “Torrecilla” medio destruida actualmente que todavía se asoma desde la otra ladera del valle opuesta al pueblo, cuidando que duerman tranquilos la siesta sus moradores en este precioso y coqueto rincón de Yélamos de Abajo, protegidos entre las sombras de un puñado de olmos y nogueras.










El sitio donde está ubicada la denominada “Torrecilla”,  posiblemente fuera en la antigüedad un remoto enclave celta (de hecho, en el vecino pueblo de Yélamos de Arriba se han encontrado algunos restos celtíberos de cerámica pendientes de estudiar por los arqueólogos, que hace pensar que cerca de allí estuvieran viviendo nuestros ancestros los celtíberos);… pero lo que si se sabe con certeza, es que los árabes construyeron en Yélamos de Abajo una de sus torres de vigilancia en lo alto de una de sus laderas, que junto a otras torres del estilo, contruidas por los árabes por la comarca, constituyeron intercomunicadas un cordón de vigilancia de los alrededores del Tajuña y que todavía mantienen en pié algunas de sus piedras, oteando el aire y contabilizando a los viajeros que pasan por estos lares alcarreños, siendo por tanto vigía y señuelo de este idílico paisaje.





De hecho, se relata en un antiguo escrito lo siguiente: ”Ay en este pueblo acia el Saliente en lo más alto de todo el término, un edificio de cal y canto, en redondo, á manera de Torre, está casi desecho hasta flor de tierra por la una parte, y por la otra acia el lugar habrá dos pies de alto, parece haber sido para atalaya en tiempo de moros, hay acerca de este edificio en la ladera dos minas largas en tierra y peñas con sus lumbreras”





Además de estos testimonios, el pueblo ofrece rincones singulares y bien conservados, tales como la antigua prisión -torre cuadrada de varios pisos-, enclavada en la plaza de arriba acompañando al ayuntamiento, … y también es de reseñar un puñado de casas con un montón de años encima, de corte medieval, tanto en su enclave, como en su diseño.


Además, otro de los aspectos que resaltan al pasear por sus calles son los alerones de madera en sus tejados, que en algunos callejones casi se tocan y acarician entre ellos, sembrando sombras permanentes al paso del viajero, dejando al sol de vigia regalando su luz a la vega.










Existen también documentos que explican como fue el primer señor de esta villa,… un médico llamado don Gonzalo, señor también de Archilla y otros enclaves de la orilla del Tajuña. En 1186, este personaje hizo donación de Yélamos a la Orden Militar de Santiago, …y poco después, el pueblo quedó con categoría de aldea del Común de Villa y Tierra de Guadalajara, sujeta a la jurisdicción comunera del territorio, y solo en última instancia al Rey de Castilla.




Se dice que luego, en el intervalo del siglo XIII, fue posesión de los arzobispos de Toledo (1240) pasando otra vez a pertenecer al territorio de Guadalajara.


En 1629, adquirió del rey Felipe IV el título de Villa con jurisdicción propia, comprándose a sí misma, por la enorme suma de 1.450.000 maravedises, pagados por el concejo en tres plazos. Durante la guerra de Sucesión, en 1710, sufrió el saqueo y destrucción a que le sometió el ejército del archiduque austriaco Carlos, que ya marchaba en retirada tras su derrota en Villaviciosa.





















Aparte de la comentada “Torrecilla” , es destacable otra pincelada que no falta en casi ningún pueblo alcarreño, … que es su picota (su rollo). En este caso, está formado por un cilindro bien tallado colocado encima de una base sólida de piedra que en su extremo tiene embutidas cuatro argollas de hierro donde seguro se habrán colgado más de una cabeza. La columna está grabada en la piedra con una leyenda que dice “Reinando Carlos IV. Se edificó a espensas de propios de esta leal y real villa. Ano de 1794.”





Otro de los monumentos que actualmente se mima con cariño, es su iglesia parroquial,  que está dedicada a Nuestra Señora de la Zarza, construida en lo más alto del pueblo, dejando sobresalir su torre entre la vegetación de la ladera y las tejas de ondulación árabe de todo el pueblo. La iglesia es de fábrica de sillar y sillarejo calizo. En el interior tiene dos naves, aunque en principio se construyó con una sola nave en el siglo XVI. Los capiteles que sujetan a los pilares están adornados de cabezas de ángeles y roleos, siendo estos detalles recomendables de admirar con tranquilidad. El retablo es barroco con columnas salomónicas y de sus pinturas solo quedan algunas en la altura representando la Epifanía y el nacimiento de Jesús.





Pero uno de los rincones que no hay que dejar de visitar en este pueblo, es la citada “fuente del Moro”. Está enclavada en el mismo corazón del pueblo como escondida y acostada en la ladera, con dos caras grabadas a los lados de las que salen sendos caños y asoma al exterior una galería en el centro. La vegetación le cede el paso y permite pasar el agua (cuando no hay sequía) a un gran pilón. Entre las escalerillas de la derecha, que dejan pasar a este enclave, se sujeta esta fuente a un muro, en el que se incustra el misterioso hueco (que podría ser una antigua galería)… y con la cantidad de años que lleva encima, es verdaderamente uno de los monumentos más interesantes de Yélamos de Abajo, que debería tener mayor publicidad para fomento del turismo alcarreño y el deleite del visitante. Es una fuente preciosa y curiosa de sillería datada en el tiempo de la hispania romana





Cuando recorrimos el pueblo, mi padre Joaquín Alfaro Bermejo y yo, durante una mañana de mediados de septiembre del 2011, la primera vecina que nos saludó, fue Amelia (“la del bar”);… por lo que tuvimos la suerte de encontrarnos con su impagable humanidad y sus dotes de Cicerone, perimiténdonos conocer a este enclave con mucho más detalle y comodidad. Desde aquí le vuelvo a dar las gracias y os recomiendo que no dejéis de tomar una cervecita en el bar de la plaza donde seguro podréis encontrarla con esa sonrisa acogiendo a todos con amabilidad.




Así, caminando pausado por los callejones y calles del pueblo, nos deleitamos con todos los rincones y los nombres de las calles que siempre nos acercan la historia, dejando homenaje y huella del algunos de sus personajes, así como nos contaba Amelia sin cesar retazos de algunas leyendas de cada luar...


Así, paseando con ella, observamos al tiempo un montón de felinos descansar en las muchas sombras de sus calles, mientras fuimos acariciando sin prinsa cada rincón de este singular enclave, absorviendo su historia, siendo antorchas de esa historia los propios y curiosos nombres de sus calles y callejones, tales como “calle oscura”, "calle del frontón" "calle del pintor" “cuatro calles” “de la fuente” “del Toledillo”, “diseminados”,”José de Lorenzo", " Luis de Lorenzo”, etc….


Fue una mañana espléndida y cálida, que no nos dejaba deducir que el término de Yélamos, según comentó Amelia, proviene de “lugar de mucho frío”, dado que era una verdadera delicia de temperatura y calurosa amabilidad la que estaba sembrada entre sus muros, invitando al paseo y a la reflexión.




La fiesta oficial de esta localidad, es la denominada “Rilar el huevo” (rodar el huevo de Pascua – hornazo-), que se celebra el primer Domingo de Octubre (domingo de Resurrección) , aunque mucha gente piense en las del 14 de Agosto como las fiestas principales del pueblo.


Muestra de esas fiestas son las permanentes talanqueras que se encuentran acostadas contra algunas vallas junto al juego de bolos, que es donde se instala la plaza de toros - del que son muy aficionados en este pueblo- (mi padre recordaba haber bajado alguna vez desde Budia a Yélamos de Abajo en sus fiestas para ver los toros).



Amelia durante el recorrido nos presentó a varias personas del lugar y charlamos con algunos de sus hortelanos como su abuelo, que venía cargado con el azadón al hombro después de haber regado su huerta; ... saludamos al juez de paz, a la alcaldesa, a varios vecinos,... y todos nos dieron la bienvenida, permitiéndonos hacerles una fotografía, siempre con la sonrisa abierta y la mano tendida - se notaba que eran alcarreños-, siendo testigos callados de este encuentro todas las piedras y muros del camino, tales como el antiguo y bien cuidado terreno del juego de bolos, alguna que otra fuente y la propia esquina de la plaza, donde se sientan los lugareños a tomar el fresco y a charlar.


Si pudiéramos preguntar a esas piedras, a esos muros, a esos rincones, como testigos del tiempo, nos contarían más de una comidilla del lugar, que completarían de forma mucho más precisa este reportaje ...




Junto al juego de bolos se encuentra la segunda plaza de Yélamos, donde otra fuente riega permanente varios caños de agua fresca a los dos lados. Se la llama la fuente redonda, o “de los enamorados” ya que muchos del pueblo se acercaban a esta fuente precisamente para buscar novia.




Las poblaciones más cercanas son Yélamos de Arriba, San Andrés del Rey, Irueste y Balconete…. (encontrándose también muy cerca de poblaciones como Budia, mi pueblo, “corazón de mi Alcarria” como rezo en el título de este blog).




El arroyo de San Andrés no deja de cantar a su paso por este enclave lleno de verde intenso y laderas impregnadas de miel, dejando olivares, nogales, chopos y un ramillete de huertas que son una delicia disfrutar de su presencia paseando sin prisas por el lugar.:




Para completar este reportaje, hay que mencionar su lavadero, donde encontramos a una vecina aclarando unos cubos, - ahora con las lavadoras ya no se frecuenta este lugar del arroyo, pero junto a él se perciben también montones de chismes y leyendas que permanecen acurrucadas junto a su vereda.




Para conocer un poco más el pueblo, es destacable la descripción de José Serrano Belinchón, que en uno de sus escritos sobre este pueblo, borda con su agraciado verbo, indicando lo siguiente:













En seguida, después de cruzar un puentecillo sobre la reguera que baja canalizada hasta el lavadero, se entra a la plaza de abajo, la de la fuente redonda. Plaza de tres caras, o, mejor dicho, sólo de dos, porque la tercera corresponde a la arboleda, a cuyo pie hay instalado un juego de bolos.




El pueblo queda arriba, en la solana, como descolgado en la falda del cerro que llaman Carrabalconete, y que se corona con una plataforma de piedra tosca y una cruz de palo, sobre la que da vueltas en el azul inmenso que le sirve de bóveda, un ave rapaz de enorme envergadura.




- No señor, ésta no es la plaza del pueblo. La verdadera plaza está ahí arriba. Ésta es en la que hacen los toros para la fiesta.




Cuando me canso de mirar de un sitio a otro en la plaza de abajo, de buscar conversación con las señoras del lavadero, no muy dispuestas a responder a mis preguntas, me marcho calle arriba en busca de nuevos motivos que admirar, y así me doy cuenta en seguida de que Yélamos de Abajo es un pueblo antiguo, donde en otros tiempos mejores para él debió de vivir gente poderosa en influyente, que dejaron para la posteridad viviendas de extraordinario hechizo, casonas con un fuerte sabor alcarreño del siglo dieciocho; calles estrechas, sombreadas por salientes aleros de madera oscura que casi se tocan los de una y otra pared, bajo los que nunca falta el detalle de un buen balcón de hierro o la gracia de una parra pegada a la pared. A los hombres que hay sentado a la sombra en la plaza de arriba se lo cuento, y me dicen que sí, que las calles tienen un cierto parecido a las de Pastrana o a las de los barrios judíos de Toledo.



- Ahí enfrente todos los días vemos saltar un gato desde un tejado al otro de la calle.

- Pues a mí me gusta mucho el tipismo de los pueblos así. Son diferentes a los demás. Me parecen más bonitos.

- Antiguamente, todos lo hemos oído contar, uno de aquí por lo visto andaba malos pasos con mujer ajena. La cosa es que se presentó un día en casa el marido de ésta, y el otro salió de allí a más de cuarenta, saltando al tejao de enfrente. Hará por lo menos cien años, cuando pasaban aquellas cosas de entonces.

Los viejos de la plaza de arriba me hablan de la fiesta mayor que fue para la Virgen del Rosario, y de la fiesta de agosto cuando hicieron los toros.


- Aquí es que tenemos mucha afición, usted no lo sabe. Un pueblecillo de nada y le traen cuatro animales para que se divierta la gente: dos toros y dos vacas. Nadie sabe el público que se junta aquí ese día. Más que en Romanones y más que en ninguna parte, ya lo creo.



Llega a la plaza con su manojo de correspondencia el cartero, que viene desde el otro Yélamos. Reparte y se va otra vez. Una placa negra anuncia que en aquel lugar estuvo en tiempos la escuela gratuita de niñas, fundada por el Ilmo.Sr.D.José de Lorenzo, auditor del supremo tribunal de la Rota, natural de la villa.





Por unas calles estrechas y bien cuidadas se sube hasta la iglesia. Los vecinos del barrio son gente muy cordial, que preguntan al forastero quién es y se le ofrecen para enseñarle la iglesia. Uno, que no es demasiado amigo de ocasionar molestias a quien no conoce, les dice que no, que muchas gracias, que si necesita saber algún dato concreto ya les avisaría.







La iglesia de Yélamos de Abajo es pequeña, muy bonita, con dos naves construidas en diferente época y que acaban en sendos ábsides con sus correspondientes retablos. El retablo mayor es barroco, con hermosas columnas salomónicas y la imagen en lugar preferente de la Virgen de la Zarza. El retablo lateral es más sencillo y enmarca otra imagen también muy interesante del Cristo de la Piedad.

En el silencio absoluto del tempo se oye roer la carcoma por las tablillas de un reclinatorio. Enseguida llegan dos mujeres muy simpáticas y un señor que, sin duda, me vieron entrar. Les digo que yo he venido con buen fin, pero que hacen muy bien en vigilar lo suyo. En la cúpula de la capilla, que es como dicen a la nave menor, las dos mujeres me recomiendan que me fije.



- Es muy bonita; mírela usted. A nosotros, que no entendemos mucho, es lo que más nos gusta.
La cúpula me recuerda otra que vi en Tomellosa, con angelitos en bajorrelieves, nervaduras de caprichosa distribución por todo el hemisferio y los atributos de la Pasión, esparcidos como emblema.

- Tenemos oído que por encima de la bóveda de la iglesia hay un artesonado de madera muy bonito, y no sabemos ni por qué ni cuándo lo taparon de yeso, y ahí debe de estar.

Luego me pasaron a la pequeña cripta del baptisterio, donde hay una pila románica de piedra tallada y nervaduras en el techo que casi alcanzamos con la cabeza.

- En esta otra habitación había siempre dos ataúdes para cuando se moría algún transeúnte, o alguien por ahí en accidente. Así los bajaban a enterrar.

- Ya, lo entiendo.


- Mírelos, aún están aquí. Uno de mayor y otro de niño. Después los enterraban envueltos en una sábana, y las cajas valían para otra vez.

- Sí, sí.

- Yo creo que desde la Guerra no se han vuelto a usar más.

Doña Cristina y doña Epifania me despidieron en la puerta y pedí a don Virgilio, contratista y albañil de oficio, persona amigable donde las haya, que me acompañase hasta la Fuente del Moro. El hombre aceptó muy gustoso, y hablando de Yélamos, de sus paisajes y de sus hijos ilustres, nos fuimos acercando hasta la fuente, para mí lo más sorprendente que encontré en la visita, ya de por sí repleta de impresiones gratas.




La Fuente del Moro es una reliquia muy interesante de la antigüedad que ha llegado hasta nosotros, según parece, desde la España Romana. El nombre, no obstante, obedece a las dos caras casi irreconocibles por cuyas bocas salía el agua, que la gente asoció por sistema con cabezas de musulmán. Es un pilón de pesados sillares que hay medio escondido en los bajos del pueblo, por el barranco que se lleva las aguas residuales del lavadero; vertedero que fue de los aludidos caños a los que surten una especie de canaletas interiores de la misma época en las que todavía se ve, a través de un ventanuco horadado en el muro frontal, el depósito previo, lleno hasta los bordes de un agua clarísima que no llega a salir al exterior.


- La sequía de los últimos años tiene la culpa. No cae agua por la sequía. Estaba todo él tapado de barro y demás. Lo han limpiado hace unos días.


- Quiere decir que si el invierno viniese lluvioso la fuente volvería a manar.


- Por supuesto, si se le cuida puede volver a echar como antes.






Aunque uno se marcha de allí con la duda de que lo que acaba de ver tuviese un origen tan lejano en el tiempo, quiere mantener la impresión de que fuera cierto, y piensa que a la tal fuente se le debiera prestar un poco más de atención de lo que se le presta.



Me dice don Virgilio que el cerro que hay ahora frente a nosotros es el Cerro del Rosal, y que en los de la Mina y la Torrecilla, cercanos al pueblo en otra dirección, hay cavernas subterráneas muy profundas de las que se cuentan infinidad de cosas, pero que nadie sabe nada. Luego oiría decir a algunos de los clientes del bar de Fidel que por las grietas de la Torrecilla despeñaban antiguamente a las cabras sarnosas, y que se las tragaba la tierra sin que se hubiera vuelto a saber de ellas nada más, ni se haya visto siquiera un solo hueso de los desafortunados animales.





Y así terminamos hoy de rodar por Yélamos de Abajo, uno más de los bellos pueblecitos que guarda junto a sí, en medio de árboles altísimos y de vegetación robusta y abundante, el arroyo alcarreño de San Andrés. Encantador rincón, un poco escondido, donde nunca falta para refrescar un trago de la fuente, o mejor aún, la cerveza fresca del bar de Fidel en la plaza de arriba, con unos panchitos rebozados en sal que saben deliciosos. …”





Hasta aquí el texto de esta descripción de José Serrano Belinchón, rescatada de http://guplazamayor.blogspot.com/2009/12/yelamos-de-abajo.html

























Y para completar este retrato… me es grato recordar, que antes de terminar nuestro recorrido por Yélamos de Abajo, y mientras estaba manteniendo una conversación con la alcaldesa Margarita Ramos en el Ayuntamiento que entrebuscaba unos papeles, … fue cuando me comentó, que había un compañero mío de trabajo, José Manuel Maldonado, que estaba viviendo permanentemente en el pueblo desde su prejubilación.


Me dio su dirección y encaminé mis pasos hacia su casa junto al frontón. Es una pena, pero había salido por la mañana de excursión, según un vecino que estaba sentado en una piedra junto a su puerta… (Le dejé una tarjeta y espero volver otro día para estrecharle la mano y conseguir más información sobre este entrañable pueblo).




... Nos llevamos un grato recuerdo de esta visita, dejando en nuestra retina imágenes que serán seguro permanentes como la alameda, la carcel de la plaza, la fuente del Moro, la amabilidad de su gente, los gatos juguetones, el rumor del agua, los callejones pintados de sombras y la picota escondiéndose entre el frondoso verde del arroyo.



... Sin olvidarnos de Amelia, la del bar de la plaza, que fué una verdadera embajadora de su pueblo.





















4 comentarios:

  1. Un único comentario: Después de leer el Blog les indico que la fiesta de Yélamos, el primer domingo de octubre, no es la de "rilar el huevo", ni es el domingo de resurrección, sino que es la Virgen del Rosario, patrona de Yélamos. Lo de rilar el huevo es una tradición del domingo de resurrección, efectivamente, pero no es la fiesta del pueblo.
    Un saludo

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  2. Sólo un comentario: La fiesta de Yélamos de Abajono es rilar el huevo, eso es una tradición del domingo de resurrección. La fiesta de Yélamos de Abajo es el primer domingo de octubre, efectivamente, y es la Virgen del Rosario Patrona del pueblo.

    Un saludo (Bonito blog) Enhorabuena

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  3. Que alegria poder leer un relato tan agradable y ver unas fotografias tan representativas de nuestro pueblo.
    Un saludo de una familia yelamera.

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  4. Ya te han explicado lo de "rilar el huevo". No tiene nada que ver con la fiesta.La fiesta es el primer domingo de octubre. Rilar el huevo se hace el domingo de resurrección, normalmente en las eras al lado del calvario.
    Amelia ya no está en el bar. Buscando una vida mejor ha tenido que dejarlo y trasladarse a Madrid. Una pena pero la vida en los pueblos no es fácil.
    Enhorabuena por el blog. He pasado un rato muy agradable leyéndolo. Un saludo de un yelamero de adopción. Gracias

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